La enfermedad de Alzheimer es un trastorno neurodegenerativo y es la causa más frecuente de demencia, que ocasiona un deterioro gradual en la memoria, el pensamiento, comportamiento y habilidades sociales. Alrededor del 10% de las personas mayores de 70 años padecen de una pérdida significativa de la memoria, y más del 50% de estas personas afectadas, se debe a este padecimiento. Se estima que aproximadamente 65 millones de personas la padecen en todo el mundo.
La misma se produce por la formación de placas neuríticas que contienen el péptido amiloide, y unas marañas neurofibrilares formadas por filamentos interneuronales de la llamada proteína tau, que ocasiona indirectamente el daño neuronal. Las proteínas Beta – amiloides AB42 y AB40 se acumulan en forma de placas en el cerebro de los pacientes con Alzheimer, afectando mayormente los lóbulos temporal y frontal. Como factor de riesgo identificable, está la presencia de la apolipoproteína E4, siendo 16 veces más probable de desarrollar la afección las personas que la poseen.
Las manifestaciones clínicas principales son: La alteración de la memoria y de las funciones cognitivas, que evoluciona a trastorno del lenguaje y en la orientación, de forma progresiva (afasia, apraxia, y agnosia).
En las etapas tempranas de la enfermedad, la pérdida de la memoria puede pasar inadvertida o atribuirse a pérdida “normal” o benigna, relacionada al envejecimiento. A diferencia del deterioro fisiológico, la pérdida de la memoria interfiere de forma significativa en las actividades diarias, como manejar las finanzas personales, seguir instrucciones en el trabajo, conducir un vehículo, hacer compras o realizar las labores domésticas. No obstante en etapas iniciales, la mayoría de los pacientes no están conscientes de estas dificultades.
En el periodo intermedio el paciente no está en condiciones de trabajar, se pierde y se confunde con facilidad y necesita supervisión diaria. Esto se debe a la dificultad para realizar diferentes tareas motoras secuenciales previamente aprendidas (apraxia). En esta fase son frecuentes las ideas delirantes, con temas comunes de robo, infidelidad o identificación errónea y los patrones de sueño-vigilia se alteran y se torna perturbador para la familia.
En la época más severa de la enfermedad, los pacientes se tornan rígidos, con incontinencia urinaria y fecal, confinados a la cama, necesitando asistencia permanente para su cuidado. Es bueno resaltar que no todas las demencias son por Enfermedad de Alzheimer y debe descartarse de otros tipos o causas.
El diagnóstico presuntivo se realiza por el médico especialista en neurología, geriatría o medicina interna, al evaluar el deterioro cognitivo progresivo, y correlacionar con los hallazgos en las pruebas diagnósticas de imágenes, resonancia magnética, tomografías especiales (PET), electroencefalograma, y pruebas de laboratorios específicas, como la determinación o presencia de biomarcadores en el líquido cefalorraquídeo (AB42, p-tau y t-tau) y el aumento en LCR o plasma del biomarcador NFL. Se continúan evaluando otros biomarcadores que contribuyan a definir mejor el diagnóstico y pronóstico de la enfermedad.
Los factores de riesgo más importantes son la edad avanzada y un antecedente familiar positivo.
Debemos recordar, que la diabetes mellitus aumenta 3 veces el riesgo de desarrollar demencia (vascular). Otros factores identificados o relacionados son hipertensión, aumento del colesterol, concentraciones bajas de ácido fólico, consumo alimentario bajo en frutas, verduras, vino tinto, y la baja frecuencia de ejercicios.
El sexo femenino es ligeramente más susceptible que el masculino para el desarrollo de la enfermedad, según estudios realizados, por la presencia de un alelo de la ApoE4. No es contagiosa, y es importante resaltar que solo el 2% de los casos tiene una implicación genética directa (herencia autosómica dominante). Lo que sí afecta es a personas de cualquier nivel intelectual, aunque algunos estudios sugieren una mayor frecuencia en sectores poblacionales con niveles educativos inferiores.
Los familiares deben poner énfasis en las actividades que resulten placenteras para el paciente y su cuidador, evitando las estresantes. El “agotamiento” es frecuente para los cuidadores directos, lo que a menudo conlleva a que el afectado sea llevado a un asilo. Es muy necesario que cocinas, baños, escaleras y dormitorios, sean lugares seguros para el paciente; las terapias farmacológicas actuales mejoran temporalmente los síntomas de pérdida de la memoria, el pensamiento y el razonamiento.
El tratamiento actual incluye diversos fármacos, con diferentes mecanismos de acción, siendo los más utilizados actualmente el Donepezilo, Memantina y Rivastigmina, en diferentes formas de aplicación o administración. Recientemente la FDA de los EEUU, ha aprobado los novedosos fármacos modificadores de la enfermedad denominados Lecanemab (Leqembi) y Donanemab (Kisunla), con excelentes resultados. Estos fármacos conocidos como anticuerpos monoclonales pueden impedir la acumulación en placas de la proteína beta-amiloide o ayudan a eliminar las placas ya formadas. En la actualidad se están llevando a cabo ensayos clínicos en fase avanzada, de otros fármacos que resultan prometedores en la modificación de la enfermedad.
Reiteramos, es importante entender que el seguimiento en esta enfermedad tiene un factor pronóstico muy importante para la evolución favorable o no del padecimiento, seguir las indicaciones del médico, así como realizar actividades que fomenten la salud cognitiva son grandes herramientas para combatirla.-