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Obesidad: ¿Factor de riesgo o enfermedad primaria?

El 4 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Obesidad.

Según la OMS, la obesidad es una enfermedad crónica caracterizada por el aumento de la grasa corporal, asociada a un mayor riesgo para la salud.

Pocas enfermedades crónicas han avanzado de manera tan alarmante en la mayoría de los países durante las últimas décadas como la obesidad, motivo de preocupación debido a las nefastas consecuencias físicas, psíquicas y sociales que conlleva.

De acuerdo con reportes de la OMS, en el año 2010, alrededor de 43 millones de niños menores de cinco años tenían exceso de peso. Si bien la obesidad solía ser considerada un problema propio de países de ingresos altos, actualmente este trastorno está en aumento también en países de ingresos bajos y medianos.

La causa fundamental del sobrepeso y la obesidad es un desequilibrio energético entre las calorías consumidas y las calorías gastadas. Se ha observado una tendencia universal a una mayor ingesta de alimentos ricos en grasa, sal y azúcares, pero pobres en vitaminas, minerales y otros micronutrientes. Otro aspecto relevante es la disminución de la actividad física debido al estilo de vida sedentario generado por la mayor automatización de las actividades laborales, los métodos modernos de transporte y la vida urbana.

Las consecuencias de la obesidad se extienden a enfermedades no transmisibles como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes mellitus tipo 2, los trastornos del aparato locomotor y algunos tipos de cáncer (endometrio, mama y colon). El riesgo de contraer estas enfermedades aumenta con el grado de obesidad.

Además de las consecuencias físicas, las repercusiones psicológicas y sociales de la obesidad deterioran significativamente la calidad de vida de los pacientes obesos.

Para combatir el sobrepeso y la obesidad, se recomienda:

  • Beber de 6 a 8 vasos de agua al día.
  • Incrementar la actividad física.
  • Moverse más y adaptar el tipo y tiempo de ejercicio a las capacidades individuales.
  • Realizar actividades como subir escaleras y hacer paseos cortos de 10 minutos varias veces al día.
  • Disminuir la ingesta calórica con moderación, evitando restricciones excesivas que puedan generar ansiedad.
  • Incrementar el consumo de vegetales y alimentos ricos en proteínas.
  • Optar por alimentos con alta densidad de nutrientes como verduras, hortalizas, carnes magras, huevos y legumbres.
  • Distribuir las comidas en 4 o 5 tomas más pequeñas durante el día.
  • Utilizar técnicas de cocción con poca grasa que aporten mucho sabor, como el horno, el papillote y el vapor.
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